Si, el miercoles nuevamente sucedio. Manejaba la negra, y otravez me dejo tirada. Hace apenas tres semanas, se poncho una llanta, no por culpa mia. Fue la vecinita quien literalmente me orillo, tuve que rodar al lado del camino, donde la meleza no deja ver las piedras, los troncos y sabe que mas. A final de cuentas la llanta trasera del copiloto quedo destrozada, no pelada, no, salida del rin, trepada en el eje. Es mas, se veia hasta el espinazo del rin. Regrese a la casa, a cambiar de vehiculo.
Mis zapatos de charol nuevos no detenian el frio que se filtraba a mis deditos. Descongele la capa de hielo en el parabrisas con agua templada de la jarra. Hasta el bao tenia prisa, los ninios y yo montamos la camella. Llegue tarde al trabajo.
No habian pasado ni 36 horas. Me saque un boleto para ir a ver el ballet de la ciudad mas cerca, presentaban el Cascanueces. Acomode todo, los ninios estarian bien cuidados, y yo, me dirigia a recoger al mas chico cuando la camella decide arranarse, con humadera por todos lados, se detuvo por completo. Apenas si alcanze a acomodarla al lado de la carretera. Otra vez mis zapatos de charol contemplaban la hierba al lado del camino. El buen Bruce se detuvo y me ayudo. Consegui que me llevara de regreso a mi trabajo. Los bailarines de la obra entera no han de haber reconocido mi ausencia. Yo en cambio, cargue con sus 37 ausencias por dias.
La negra quedo resuelta con su llanta nueva, brillaba mas que mis zapatos de charol. La conduje menos de dos semanas, el ruido, que me habian anunciado era inofensivo, se hacia sonar mas el miercoles, me parecio absurdo continuar manejando, sabia que no completaria mi viaje. Asi fue. Camine con mis hijos por diez minutos con la luz que te ragala la noche. Decidi caminar rumbo a mi casa, y tratar de reconocer a alguien amable como aquel Bruce. Recorde mis noches de campamento, cuantas veces camine por el monte sin linterna. -Tomemoslo como una aventura, Diego, no tengas miedo- Solo diez minutos cuando nos asusto un perro con ladridos que de seguro escuchare por tres meses. No temia por mi, temia por mis chiquitos, uno en cada mano. Regresamos al punto de partida, puesto que olvide mis llaves, bueno, eso les dije a los ninios. Ahora nos dirigiamos al punto cardinal opuesto al perro. Habia un camino que llevaba a una casa, tenia un foco que alumbraba el carro estacionado. A cada paso, las piedras que cubrian ese camino sonaban como arroz frito en un sarten contra las suelas de mis zapatos de charol. Nos abrio un senior con pelo blanco, ojos azules y lentes. Acepto llevarnos al comentarle mi problema. Despues de seis millas, sentidas como dos horas, llegue a mi casa, con mis dos hijos mayores. Mis pies no estaban cansados, ni mis piernas. Solo sentia los hombros sin amasar, el cansancio emocional que ha de haberme volteado una decena de canas nuevas.
Me parece patetico depender de hombres para que te arreglen un vehiculo. Tendre que meterme a un curso intensivo de mecanica. Necisto poder manejar para seguir trabajando. Ademas no se cuando me volvere a poner mis zapatos de charol, los dejare descansar por lo menos unos dias.